Todo nació con una pregunta que se le hizo al fundador de Damanhur, hace más de 40 años: “¿Y si las plantas pudieran interactuar con el ambiente, como un ser sensible y, por lo tanto, también con los seres humanos? ¿Si fuera posible comunicarse con ellas, quizás con emociones a través de la música?»
De esta hipótesis surgió la investigación que nos ha conducido a desarrollar un aparato que permite a los árboles y a las plantas reproducir notas musicales modificando las conductividad eléctrica de sus hojas y de sus raíces. Hoy, después de innumerables pruebas, muchos prototipos y transformaciones del núcleo tecnológico, para que sea más preciso, podemos afirmar que las plantas comprenden que son ellas las responsables de la secuencia sonora emitida por el aparato, y que, por lo tanto, la modulan intencionalmente.
Las plantas no se limitan a reaccionar a los estímulos del ambiente que las rodea, sino que pueden ser “adiestradas” a utilizar siempre mejor el aparado, para sonar a su vez respondiendo a la voz humana o a instrumentos tocados por músicos. Las plantas “recuerdan” el adiestramiento y con el tiempo aprenden a reaccionar de manera cada vez más sofisticada y precisa con el público.
En definitiva, las plantas bien alineadas, capaces de sonar con maestría, son también capaces de enseñar a las otras reduciendo, de manera significativa, el tiempo de aprendizaje respecto al adiestramiento que realizan los humanos.
Las plantas tienen en su propia herencia genética un mayor número de genes destinados a la percepción del ambiente, que la mayoría de los animales, porque deben ser capaces de reaccionar -a su modo- de manera muy veloz, sin poder ponerse de pie y sin poder escapar en caso de peligro. Y tras los numerosos sentidos descubiertos en las plantas, el que exista algo comparable al oído, es cada vez más y más posible.
En particular, la hipótesis de que las plantas puedan percibir sonidos está siendo actualmente explorada por algunos investigadores de la Universidad de Australia Occidental, como hace referencia en un estudio del 2013, sobre la revista científica BMC Ecology. Este estudio les ha llevado a descubrir que las plantas pueden, no solo “oler” sustancias químicas y “ver” la luz emitida cerca de ellas, que ya son formas de comunicación, sino que incluso puedan “escuchar los sonidos” emitidos de otras plantas.
¿Has hablado alguna vez con un árbol? ¿Has intentado escuchar su voz? ¡Cuéntanos tu experiencia!