Mi sanación

Nov 01, 17 Mi sanación

VISIÓN ESPIRITUAL

 

 

 

A la edad de quince años comenzaron a salirme pústulas por todas partes. Me diagnosticaron psoriasis y, en dos meses mi cuerpo se cubrió de costras. Yo era una adolescente repleta de malestares, y esto no podía sino causar otros. Me internaron en un hospital para hacerme cuidados intensivos sin ningún resultado. Después de algunos años el veredicto de los médicos fue unánime: me dijeron que no podría curarme jamás. Aquellas costras por todo el cuerpo estarían conmigo toda la vida.

Quizás, pero sin certeza, habrían podido atenuarse con la menopausia, en unos treinta y cinco años a partir de ese momento.
Cuando vine a vivir a Damanhur tenía 21 años. Por aquel entonces, cubría con ropa cada centímetro de mi piel para que no se viera.

Comencé a recibir pranoterapía con Falco Tarassaco, con pocas, poquísimas esperanzas de ver una mejoría. 

Vivir en comunidad sacó a la luz todas mis fragilidades, literalmente estaba «sin piel» pero finalmente podía compartir mi inquietud existencial con otros sin sentir que tenía que defenderme por fuerza de algo.

Con amor, dulzura y determinación empecé a descubrirme a mí misma, ayudada por los demás a no salir huyendo ante las primeras dificultades. No es fácil verse a uno mismo, no es fácil aceptarse y todavía menos apreciarse, pero si alguien a tu lado lo hace, si los otros te muestran un espejo en el que se refleja tu riqueza, tu belleza, todo se hace más fácil.
La constancia con la que Falco me curaba, cada semana, ha dejado una marca en mi vida. He descubierto el valor de no abandonar, de construir un poco cada día, de poner un ladrillo sobre el otro para conseguir ver como crece una casa, mi casa.
Después de tres años solo quedaban unas pocas marcas de la psoriasis sobre mi cuerpo, y después de cuatro años desaparecieron completamente. 

Diez años después tuve un nuevo episodio: en pocas semanas me llené de pequeñas pústulas que permanecieron unos 9-10 meses y luego desaparecieron.Cuando las vi las saludé con nuevos ojos. Les pregunté qué venían a decirme, escuché mi malestar, lo curé pacientemente, cada día una gota de atención, siempre ayudada por Falco que me daba agua pránica con la que humedecía cada tarde aquellas pequeñas costras. Falco me dijo que no olvidase, que tuviera el valor de mirarme y de saber cambiar una vez más. Funcionó.

Hoy tengo 55 años y junto a otros damanhurianos enseño en la Escuela de Sanadores. Espirituales. Cuando me encuentro con estudiantes de todas las edades que llegan de todas las partes del mundo, veo en sus ojos la inconfundible luz de quienes desean transformar su propia vida. El sanador es el que sabe renovarse a sí mismo y llevar la renovación a los demás.

Quizás la enfermedad, con su difícil aunque valioso camino, es el grial que logrará salvarnos a todos nosotros.

 

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