Un latido internacional

VISIÓN ESPIRITUAL
Una de las cosas que más me fascina de Damanhur es su “internacionalidad”, o todavía más, la posibilidad de encontrar muchas personas de tantas culturas distintas. Sé que existen ámbitos laborales, como por ejemplo el sector turístico, que te permite encontrar personas de tantas nacionalidades, pero creo que, en realidad, hay otras maneras de “encontrar”, bastante más profundas.
No me refiero a tareas de servicio o asistencia, sino, en este caso, de un verdadero encuentro, en donde algo precioso se transmite de un ser humano a otro.
Es mucho más que un gesto cortés o útil, se trata, por el contrario, de un sentimiento profundo que puede permanecer permanentemente en el otro y le cambia. Tengo la suerte de formar parte del grupo del programa “New Life”, ciudadanos temporales de Damanhur.
Hay algunos períodos del año en el que llegan visitantes de todo el mundo que han decidido participar en el programa New Life.
Gracias a este experimento, es posible entrar en el día a día de la vida damanhuriana, durante un período de tres meses, donde, antes de elegir vivir aquí de una forma continua, se aprende a conocer, de forma práctica, Damanhur.
El grupo que se forma es siempre muy variado, personas que llegan de los cuatro continentes: desde Canada e Israel, hasta Italia y Holanda o incluso desde la lejana China. Esto significa que, más allá de no utilizar su lengua madre, porque en el grupo se habla inglés, al mismo tiempo, se entra en contacto con muchas culturas, costumbres y modos de pensar diferentes.
Las historias personales son muchas y muy distintas entre sí, diferentes experiencias, así como también son los personajes.
Nuestra diversidad se manifiesta en la actividad que desarrollamos conjuntamente y nos enriquecen como si fueran muchos colores en la misma paleta, que en alguna ocasión están muy bien juntos, pero otras “no pegan ni con cola”.
Mi momento preferido es aquel que llamamos nuestro “latido», cuando nos reunimos para aportar, cada uno de nosotros, nuestras impresiones y reflexiones sobre cómo están yendo las cosas, más allá de los problemas con el idioma, dado que, por ejemplo, ninguno de nosotros habla el mandarín y nuestros invitados chinos, no solo no hablan italiano, sino que tampoco hablan inglés.
Es aquí cuando sucede la magia.
Cada uno abre su corazón y, gracias a ello, se comunica mucho más que como lo haría con las simples palabras. Se aprende que la cultura, la procedencia, la educación y el carácter no son fundamentales cuando las personas se abren y hablan de sus sueños y de cómo querrían cambiar el mundo.
A pesar de las limitaciones del idioma , se siente fuertemente la gratitud al poder contribuir con su visión en el “Popolo” (pueblo). Hay una gran fuerza de voluntad y una gran decisión, lo siento así en cada participante del programa y lo siento todavía más en este grupo, que está constituido por grandes y obvias diferencias.
Quizás sean estas diferencias las que nos permiten acoger, con más simplicidad, lo que de verdad es importante: aprender a dejarse contactar por los demás, dar algo de nosotros mismos, a través del intercambio, una apertura del corazón que acoge los sentimientos y los hace parte de nosotros.
Y también gracias a la internacionalidad de este grupo, por el que me siento profundamente enriquecida y cambiada, ha sido una oportunidad para comprender claramente que nuestra procedencia geográfica no tiene ninguna importancia, porque nuestros corazones son todos hijos de la misma Tierra.
Labrador
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