La iluminación en 35 años

VISIÓN ESPIRITUAL
Crecí leyendo «Siddhartha» de H. Hesse. Recuerdo haber bebido cada palabra del libro como agua en el desierto: lloré, reí y entendí que nunca jamás podría vivir una vida normal. Había decidido encontrarle sentido a la existencia. Después de haber leído los libros de Castaneda decidí partir hacia México a la búsqueda de un Nagual para descubrir los misterios de la vida. Un plan alocado del que, sin embargo, estaba firmemente convencida.
Dos semanas antes de comprar el billete, solo de ida, a Oaxaca vi, en circunstancias algo sincrónicas, un programa sobre Damanhur. El corte de la emisión era este: estas personas (los damanurianos ) están todas locas y son muy, muy optimistas, vista su intención de iluminarse construyendo un mundo nuevo, a la medida de sus sueños.
En esa transmisión yo sólo vi las sonrisas y la luz en los ojos de todos los entrevistados. La idea de crear una realidad así me pareció absolutamente sensata y con total convinción decidí que, antes de partir hacia México, iría a ver a esa gente. Así lo hice y, después de seis meses, en lugar de ir a Oaxaca me fuí a vivir a Damanhur.
Del dicho al hecho
La vida damanhuriana era mucho más activa y decididamente menos contemplativa que la de Siddhartha, aunque compartía el mismo objetivo: la iluminación. A menudo me preguntaba sobre cuando llegaría ese momento: imaginaba que ya nada sería como antes y que, como poco, sería capaz de vivir a caballo entre distintas dimensiones. Nuestro guía espiritual, Falco, nos decía que antes de la iluminación un hombre trabaja la tierra y después de la iluminación el mismo hombre trabaja la tierra. Entendía la metáfora pero no podía creerlo… ¿de verdad? ¡Venga! si uno se ilumina ¡no puede no cambiar nada en su vida! ¡Seguro que esa luz traslada a quiensea fuera de esta realidad tan opaca en comparación! Sin embargo, la vida en comunidad desvió mi atención sobre otras cuestiones más urgentes, por ejemplo, crear obras de arte en los Templos de la Humanidad sin haber tocado nunca antes un pincel; componer cantos en un estilo único que caracterizara a nuestro pueblo, sin haber estudiado nunca música; mejorar el modo de vivir juntos y sobre todo como mejorarme a mí misma… Objetivos que requerían un montón de energía.
Un cambio de perspectiva
En la constante lucha causada por la vida comunitaria, o bien por el hecho de tocar recíprocamente muchos aspectos de uno mismo y de los demás, cambian muchas cosas también, sin que te des cuenta directamente. En el umbral de los 50 años, he hecho un balance de mi vida y me he preguntado cuán lejos estaba de sentirme de algún modo «iluminada.» Me he dado cuenta de haber vivido tantísimas pequeñas iluminaciones, comprensiones profundas acompañadas de estados de gracia, experiencias que me han acercado al sentido de las cosas y que, al mismo tiempo, me han liberado del apego a muchos aspectos de la vida. En los acontecimientos ordinarios de la cotidianidad – un plazo de trabajo, un favor ofrecido o recibido, un instante en que haya que poner el corazón más allá de un obstáculo, un conflicto – existe siempre un gran potencial que sólo espera expresarse a través nuestro. La magia se manifiesta en el momento en el que algo en nosotros cambia y, en lugar de reaccionar como generalmente haríamos, dejamos que se exprese nuestra mejor parte.
Más cerca del velo
Hoy, después de 35 años, mi visión de la iluminación ha cambiado completamente: quizás lo que nos separa de la iluminación sólo es un velo, la clave está en dejar que el velo sea cada vez más sutil para que la luz pueda filtrarse e iluminar lo que vivimos cada día. La metáfora del iluminado que sigue trabajando la tierra, me resulta ahora clara, no en la cabeza, sino en el alma. Iluminarse es llevar la luz a lo que somos y a lo que hacemos cada día, con sencillez, sabiendo que a través de nuestro cambio estamos cambiando la realidad que nos circunda.
Hoy reconozco la belleza, la fuerza del hombre que sigue trabajando la tierra y el enorme impacto que tiene sobre el mundo. Mi augurio para todos es hacernos como él, buscar el mismo camino a la iluminación, encontrarla y compartir la propia experiencia con los demás.
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Formica Coriandolo
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