Historias de personas extraordinarias: Pellicano Altea

VIVIR EN COMUNIDAD
Sabía que Pelícano era una gran mujer con mucho talento para cocinar y con un gusto innato, por la sencilla y refinada belleza que expresa, por ejemplo, cuando prepara la mesa y deja a todos boquiabiertos.
No esperaba, sin embargo, que me sorprendería por su extraordinaria capacidad de lanzarse a una desafiante aventura, como lo ha conseguido con este viaje a Senegal.
Hemos ido ocho personas de distintas edades y con diferentes habilidades, puestas todas al servicio de la segunda «Misión de Education Damanhur en Guédé-Chantier», nuestra comunidad hermandada en Senegal.
Para Pelícano este era su segundo viaje allí; en el 2016 ya enseñó a 55 mujeres de Guédé-Chantier y de las aldeas colindantes a procesar alimentos para conservarlos durante los meses en los que escasean.
Al terminar el curso les regaló a las mujeres de Guédé una máquina eléctrica para triturar tomates para que pudieran seguir usándola y enseñar a otras mujeres.
En esta ocasión hemos llevado otras dos máquinas que funcionan manualmente: una para las mujeres de Mauritania que viven en aldeas sin electricidad y otra para una asociación de mujeres que nació después del primer curso.
En Senegal las mujeres son figuras importantes, llenas de energía y con carisma. Pelícano se movía entre cazuelas y fogones, botes y hortalizas de todo género y parecía más africana que ellas. La he visto expresar una fuerza y una determinación que, literalmente, me ha conquistado. Con un clima abrasador, a más que 40 grados bajo el sol directo, ha trabajado junto al fuego sin abandonar ni por un instante, sin siquiera pararse a comer, «porque cuando se trabaja, lo primero es terminar lo que se ha empezado» les decía a los hombres que le preguntaban si quería parar durante las horas más calurosas.
Pelícano tiene 67 años y se ha pasado la vida trabajando en la cocina; al principio gestionaba una actividad familiar de conservas de productos alimenticios y más tarde, una empresa con más que 50 personas. Su entusiasmo y su pasión la han llevado a afrontar cualquier experiencia sin perder el ritmo, a pesar de los problemas físicos que una intensa vida de trabajo le han acarreado.
También en Senegal ha dado prueba de su tenacidad y generosidad: ha plantado pequeños árboles de mango y se ha convertido en el ídolo de todas las mujeres africanas a quienes ha transmitido una técnica antigua y simple, valiosa y fundamental para conseguir alimentar a la gente de sus aldeas. Cuando le enseñaron los frascos con los productos que han procesado en el último año, vi como sus ojos se iluminaban y una lágrima se le escapaba.
Gracias Pelícano, extraordinaria mujer de manos de oro y corazón grande. Este viaje me ha dado la certeza, una vez de más, de que unidos somos una fuerza y que el único límite a los sueños es nuestra imaginación.
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