Y si justo hoy, un alquimista

VISIÓN ESPIRITUAL
Una historia entre realidad y fantasía
Una cueva oscura y polvorienta, con mesas y armarios llenos de alambiques, morteros y manos de mortero; en una esquina, una olla que lentamente se calienta en el fuego.
Este es el laboratorio de un alquimista, tal y como mil veces lo han descrito leyendas, relatos y películas del género.
A Fulcanelli, Cagliostro y (¿por qué no?) Amelia, «la maga que hechiza» de Disney, nos los imaginamos así. Sobre todo, los imaginamos en el ayer, en el pasado, partiendo del supuesto de que hoy esa cultura, ese conocimiento, ese mundo, ya no existen.
Pero, ¿qué es exactamente un alquimista? ¿Qué le distingue de un mago? ¿Por qué Ruggero Bacone es un alquimista y Albus Dumbledore por el contrario es un mago?
La alquimia es esa rama de la magia que actúa por medio de la transformación de un elemento en otro, a través de la intervención de otras sustancias y sobre todo de varios, innumerables, pasos. Si la magia es, según los textos antiguos, «imponer la voluntad sobre las cosas», la alquimia es tout court (sencillamente) «transformar cosas». El elemento fundamental de la transformación, según la tradición, es la obtención de la piedra filosofal, capaz de transformar el plomo en oro, es decir, de hacer precioso lo que aún no lo es.
Hasta aquí, según lo que dice la tradición, estaríamos entre la realidad y la fantasía.
¿Dónde está la alquimia hoy en día?
¿Podría el alquimista salir de los cuentos de hadas y convertirse en algo cotidiano? ¿Pueden existir aún los alquimistas y encontrar un espacio para esta disciplina incluso en nuestro tiempo?
Probablemente, muchos de ellos todavía operan en el planeta, silenciosa y privadamente, en este mundo bullicioso hecho de redes sociales y canales de televisión. Buscan la piedra filosofal, trabajando como lo hicieron sus padres hace siglos.
Pero si se hace esta consulta en el blog de Damanhur encontramos otra respuesta, ya que en Damanhur existe una Escuela de Alquimia: por cierto, ¡y no tan en secreto!. Lo importante es preguntarnos qué puede significar, hoy en día, «alquimia».
¿Qué significa hoy en día transformar las cosas mediante esta práctica?
Antes que nada, no transformamos las cosas, en todo caso se transforman ellas mismas. La obra mayor que cada uno de nosotros puede realizar es hacerse a sí mismo mejor, más refinado, más completo, más fuerte. El universo nos ha confiado un tesoro (nosotros mismos), y nosotros lo devolvemos enriquecido, renovado, con un valor muy superior que al inicio.
Identificar y adquirir
Transformarse a uno mismo significa también transformar las cosas que nos rodean, ya sea porque en un momento dado las percibiremos de una manera diferente o porque reaccionarán de una mueva forma al encontrarse con nuestra esencia renovada. Como hacen las palabras, que al ponerlas junto a otras tienen un valor, pero al cambiar solo una cambia el significado de todas.
Transformarse uno mismo, y a través de uno transformar el entorno, puede significar muchas cosas, pero seguramente tiene un único punto de partida: la capacidad de elegir a través de que elementos hacerlo.
El alquimista es capaz de identificar las energías, las sustancias que necesita, que pueden ayudarle a lograr la transformación que busca, y sabe como adquirirlas. Las sustancias pueden ser el entusiasmo, la sabiduría, el esfuerzo, el coraje, la dedicación, todo lo que pertenece a la esfera de la experiencia y de las emociones humanas. Como adquirirlos, el procedimiento para destilarlos y hacerlos propios… bueno, forma parte de las enseñanzas de la escuela y contarlo en estas líneas acabaría por hacer que pareciese banal.
Entre la comunicación y la química
En el fondo, desde este punto de vista, ser alquimistas hoy en día significa saber comunicarse con uno mismo y con las cosas usando voces diferentes, que no nos pertenecen, pero que somos capaces de tomar prestadas de quienes las poseen, hasta obtener una nueva voz para nosotros mismos. Y en el juego de las voces, hay una alquimia que se transforma a sí misma, una alquimia social, una alquimia ligada a la salud, una alquimia ligada a la ampliación de las propias percepciones, y aún más: el resto es investigación.
El alquimista le quita el polvo a su piedra filosofal: se pule y se renueva a sí mismo, el instrumento más poderoso que posee. Además, como dicen los biólogos, ¿no es el cuerpo humano el laboratorio químico más extraordinario presente en la naturaleza? ¡Y la alquimia, bien mirado, no es más que una química que ha tenido más iniciativa!
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