El esqueleto y la mariposa

VISIÓN ESPIRITUAL
Meditar sobre la divinidad Itzpapalotl mueve fuertes arquetipos en nuestro interior. Su cráneo comunica mortalidad, sus enormes alas de mariposa atraen imaginación y fuerza más allá de lo racional. A Itzpapalotl también se la llamaba «mariposa de obsidiana» porque sus alas eran dos puntas de cuchillo hechas con esa piedra.
En otros mitos, sin embargo, sus alas son de sílex, lo que indica cuán antigua era su conexión con el mundo de los humanos. Las puntas de sílex, de hecho, fueron las primeras armas utilizadas en el Paleolítico.
Itzpapalotl, con su calavera, nos comunica que es una fuerza muy cercana a lo que es esencial en la vida y de cómo la cita con la muerte es lo que da sentido e importancia a la existencia.
Meditar sobre Itzpapalotl nos pone en contacto con las fuerzas primordiales que se mueven en nuestro interior. Como protectora de la mortalidad infantil y de las mujeres que mueren al dar a luz, Itzpapalotl representa los extremos de la naturaleza femenina: creación-destrucción, belleza-terror, paraíso-tinieblas, nacimiento-muerte. Además de la forma terrorífica con una calavera en lugar de la cabeza, garras de jaguar y alas de mariposa de piedra afilada, que comía almas durante los eclipses solares, Itzpapalotl también podía aparecer como una diosa hermosa y seductora, con una larga melena que movía al caminar. Aunque asusta, Itzpapalotl nos sugiere que vale la pena dejarse transformar por su mirada y moverse empujados por el viento de sus alas.
Los opuestos y la vida
La filosofía damanhuriana contempla la existencia de un dualismo natural en el universo al que en otras filosofías se denomina yin y yang. Son los opuestos que se encuentran creando el todo. Cada parte contiene en sí la semilla de su opuesto, la parte oscura contiene la luz, la luminosa ya contiene en sí la oscuridad.
La oposición genera el dinamismo de la vida. Además de esta continua danza de opuestos, a través de la cual se desarrolla el recorrido de la evolución de las formas, reconocemos también el concepto de entropía, una fuerza dentro y fuera de nosotros que se opone a la vida, a la evolución y a la reconexión con nuestra alma y con los demás. Y en cada uno adopta formas diferentes: puede manifestarse como pereza, ignorancia, egoísmo… Y tiende a destruir la luz de nuestro interior y todo lo que creamos.
En esta dinámica, resulta importante nuestra capacidad de discernimiento, de saber reconocer cuando algo se opone de forma que nos estimula a cambiar y crecer, y cuando resulta estar en oposición al Ser. Itzpapalotl nos da la oportunidad de reflexionar profundamente sobre estos aspectos.
Aprender a conocer nuestro lado destructivo –y más aún, a las fuerzas que lo mueven– nos da la posibilidad de contener su impacto y guiar nuestra vida con mayor eficacia hacia los objetivos evolutivos que hayamos elegido. Para alcanzar esta conciencia, en mi opinión, se necesita un ingrediente que hoy, en el mundo occidental, se ha vuelto tan raro que casi ha desaparecido del vocabulario: el sentido del sacrificio.
El nombre Itzpapalotl en azteca significa purificación y renovación a través del sacrificio de lo que es preciado. Esta antigua diosa nos invita a preguntarnos qué estamos dispuestos a sacrificar por un objetivo mayor que nosotros mismos. Si escuchamos la voz de Itzpapalotl, podemos entender qué partes de nosotros podemos sacrificar – es decir, ofrecer para nuestro crecimiento y el de los demás- para realizar nuestro sueño.
En esta época, como nos recuerda la historia narrada en las paredes del Laberinto, las Fuerzas Divinas están aliadas con nuestro despertar y cada sacrificio es recompensado con dones de conciencia y una mayor comprensión.
Como Falco dijo: “Luz y oscuridad se alternan constantemente, el ritmo vital se apaga y vuelve a encenderse con una cadencia musical, aunque siempre solar.”
Bertuccia Bietola
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