Riqueza… en el tiempo

Ene 10, 20 Riqueza… en el tiempo

VISIÓN ESPIRITUAL

 

 

Abundancia, del latín “Abundantia”, es la diosa de la riqueza, de la fertilidad y de la disponibilidad de recursos interminables a disposición de los deseos de los seres humanos. Venerada en Italia, antes incluso de los romanos, Abundancia no tenía templos ni altares dedicados a ella: estaba por doquier.
Los romanos la representaban como una mujer joven, de elegantes y suaves formas femeninas.
En el Laberinto, sin embargo, está representada como una niña, simbolizando la energía y la vitalidad que a todos nos hace sentir su toque en nuestra vida. Es también niña para remarcar la importancia del juego: para atraer a la abundancia hace falta tener el corazón abierto y el espíritu ligero. Y también algo de sangre fría: ¡Abundancia era, además, la protectora de los jugadores de apuestas!

La Cornucopia, el contenedor mágico del que surgían los bienes deseados por los hombres y otorgados por la diosa, le llega a Abundancia de la diosa griega Euthenia. Zeus en persona había creado la Cornucopia, rompiendo de forma inadvertida el cuerno de la cabra Amaltea.

El culto a Abundancia sobrevivió a la época de las divinidades paganas griegas y romanas, pasando a formar parte de la tradición del norte de Europa como patrona de las fortunas personales: una joven sonriente que con un haz de trigo bajo el brazo y la cornucopia mágica bajo el otro, distribuye prosperidad a quien se la merece o en donde es necesaria.

La figura italiana de la Befana –así como la de Perchta, Bertha y Berchta del norte de Europa – son un recuerdo de esta tradición, aunque la hermosa joven es transformada en una anciana que vuela en una escoba y lleva carbón o dulces.


Abundancia existe y se la encuentra en todas partes, incluso hoy en día. Originariamente, su energía es percibida y descrita como la voluntad del universo de cuidar de sus hijos, derramando sobre ellos los dones que se merecen.

Al conectarnos hoy con Abundancia, se nos invita a pensar en cómo estamos usando los recursos del planeta. A meditar sobre la relación que queremos crear entre nuestros deseos y su impacto sobre las próximas siete generaciones. Así es, precisamente, como nos invitan a considerarlo los pueblos nativos.

Hoy en día, existen lugares del mundo en los que parece que se pueda obtener de todo, cualquier tipo de bien y de experiencia. De la cornucopia de Abundancia pueden salir cosas que los primeros pueblos que escucharon la voz de la diosa, ni tan solo habrían podido imaginar. Pero, probablemente, el rostro de Abundancia ya no es el suave y relajado con el que se la imaginaban antiguamente. Quizá hoy sienta que su cornucopia ya no basta para contrarrestar la locura destructiva del consumismo, de la pérdida del encanto por la naturaleza y del respeto por la vida. Quizá Abundancia esté intentando hablarnos para compartir urgentemente sus reflexiones, su desafío. Depende de nosotros escucharla con atención y reverencia.

¿Qué es lo que realmente queremos? ¿qué «abundancia», qué «éxito», qué «prosperidad»? ¿Qué riqueza elegimos perseguir?

La humanidad tiene el deber de hacer sus propias elecciones, las fuerzas divinas tienen la tarea de rendirlas posibles. Abundancia, la que conoce y favorece el éxito y la prosperidad, nos advierte para que decidamos con consciencia qué es lo que queremos. Podemos tener para nosotros y quitárselo a otros, podemos vivir el presente y anular el futuro, podemos saber muchas cosas y comprender muy pocas. O, podemos desear que existan tanto el presente como el futuro, tanto nosotros como los demás, tanto el conocimiento como la conciencia.
Abundancia es dulce, maternal y comprensiva y desea continuar derramando sobre nosotros sus dones. Por eso nos pide que cumplamos con nuestra parte para hacerlo posible: aprender a elegir quizá sea lo más grande que podamos llevar a cabo.

 

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