Arte, alma e historia

ARTE Y CREATIVIDAD
El incendio de la catedral parisina de Notre Dame en abril llamó la atención sobre la historia de los grandes templos cristianos del medievo. Son elementos que pertenecen a la cultura popular, incluso antes de la tradición religiosa, como el de París, en todo el florecimiento de historias y leyendas nacidas en torno a la gran iglesia, ¡desde Victor Hugo!
En esas grandes realizaciones hay un poquito de la vida de todos, y no sólo en sentido metafórico: en las crónicas de la época se cuenta claramente que junto a los albañiles y a los que participaron en la construcción de las grandes iglesias –tanto en París como en Roma, en España, en Inglaterra, etc.– todos los días acudían a ayudar comerciantes, trabajadores, campesinos, que dejando su profesión, contribuían a la realización de esas obras que tenían un valor simbólico tan grande. De esta manera, todos fueron los creadores de un gran logro, el templo, que unía la dimensión divina a la material, y todos tenían la posibilidad de sentirse artistas, porque participaban directamente en la realización de lo que era, más allá de todos los demás significados, una gran obra de arte.
Casi como una broma
Falco Tarassaco dijo: «Un ser que no puede producir arte, no tiene alma». Ir en la dirección del arte, aunque no se exprese directamente con una pintura o una música, sino con las pesadas estructuras que luego sostendrán la expresión artística en sí, es una aspiración de todo ser humano, incluso de aquellos que no se dan cuenta o que piensan que no tienen talento para las cosas bellas.
La historia de la realización de los Templos de la Humanidad, en Damanhur, demuestra muy bien estos conceptos. Su realización comenzó en 1978, casi por diversión – ¡cuántas cosas, en Damanhur, comienzan casi por diversión!– y con la idea de crear una pequeña sala de meditación subterránea, en contacto directo con la tierra. Y entonces, apasionados por la idea y viendo que, con la atención adecuada, era posible aspirar gradualmente a crear habitaciones cada vez más acogedoras, respetando la montaña, los damanhurianos decidieron seguir adelante, hasta llegar a la estructura actual. Fue un trabajo colectivo, en el que aquellos que tenían el conocimiento para entender la naturaleza del terreno, diseñar las estructuras y construirlas, guiaron los esfuerzos de otros que simplemente querían sentirse constructores de templos, como una forma de dejar su huella en el gran libro de la vida. Y así, de la misma manera que en las obras de construcción de las grandes catedrales medievales se podía encontrar gente con las más diversas habilidades, en torno a la construcción de los Templos, de acuerdo con los requisitos de seguridad y las normas legales, también se contrataron cirujanos, agricultores, orfebres, empleados, farmacéuticos, profesores, etc.
Un punto de inflexión
Para muchos, sobre todo cuando tenían la oportunidad de participar en las obras artísticas que enriquecen los Templos, se trataba también de descubrir dentro de sí mismos una nueva vocación: para muchos artistas damanhurianos, de hecho, las puertas hacia la pintura, el mosaico o el arte del vidrio se abrieron precisamente porque en un determinado momento, con la intención de participar en la gran obra de arte colectiva que son los Templos, empezaron dando una mano en el laboratorio. Poco a poco, para muchos de ellos fue un verdadero descubrimiento: un espíritu interior, un deseo, una habilidad hasta ahora inesperada que les hizo descubrirse artistas. Así, se unieron a los que ya se habían presentado como pintores o escultores, con un bagaje previo, y comenzaron una nueva vida.
La historia de los Templos es una gran historia artística, de construcción, de técnica, de creación de una delicada relación entre el hombre y el medio ambiente, y es también una gran historia humana, porque para muchos representó un punto de descubrimiento y un punto de inflexión.
En la vida puede suceder, incluso cuando y donde no lo esperas. La realización de un gran templo puede ser un ejemplo, pero la vida puede ofrecer otros innumerables. Lo importante es, como cualquier ser creativo, reconocer la ocasión y hacerla su propia obra de arte.
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