Lebe, el ancestro consciente

Ago 27, 20 Lebe, el  ancestro consciente

 

La divinidad elegida para el mes de agosto en el calendario damanhuriano es Lebe, que en la mitología del pueblo Dogón es el ancestro de toda la humanidad, aquel que se ofrece a sí mismo para que puedan nacer otros seres humanos. Los Dogón son una población de África Occidental, establecida entre los territorios de Mali y los de Burkina Faso.

 

En su tradición, el dios creador de todas las cosas, Amma, indicó a Lebe que fingiese estar muerto y que se dejara enterrar. De esta manera, el cuerpo de Lebe podría ser devorado por la serpiente enviada por el mismo creador. La serpiente, después de la comida, vomitó algunas piedras que fueron colocadas en el suelo reproduciendo el diseño del cuerpo humano. De ellas se generaron todas las mujeres y todos los hombres, mientras que Lebe, en la forma de una serpiente, continuó su vida asociada a la tierra, la vegetación, a todo lo que muere y renace. A través del sacrificio y la transmutación de su cuerpo físico Lebe es una especie de padre de toda la humanidad.

A diferencia de la mitología de las religiones ligadas a la Biblia, en la que un dios creador da vida al hombre de la arcilla y a la mujer del sacrificio de una costilla del hombre, en el mito de los Dogón la creación de la humanidad se realiza a través de un acuerdo entre la divinidad y un antepasado, que es un iniciador divino consciente y por elección de la estirpe que de él deriva.
Su figura, por lo tanto, atrae la conciencia de todos los seres humanos de ser el fruto de una elección de sus antepasados y no solamente de una intervención divina.

Las piedras que salen del cuerpo de la serpiente que engulló a Lebe, representan no solo a los seres humanos, sino también a las relaciones sociales, la comunidad, el matrimonio, el respeto, y recalcan la voluntad precisa no solo de existir, sino también de elegir los propios valores y de ordenar la manera para ser un pueblo.

Los Dogón son un pueblo del pasado misterioso. Uno de los misterios a los que los antropólogos nunca han encontrado solución está relacionado con su posesión de refinados conocimientos en el campo astronómico. Para recordar esto, sobre las paredes de los Templos de la Humanidad Lebe está representado señalando el firmamento pintado en el cuerpo de la diosa egipcia del cielo Nut, para compartir la conexión con las estrellas y el universo con cualquiera que vea las preciosas pinturas de las paredes del templo. Lebe nos invita a cuestionarnos sobre el origen de la humanidad, sobre quiénes somos realmente y cuál es la verdadera historia de nuestro planeta, en relación a una civilización galáctica mucho más grande.

Lebe, a través de caminos arcanos y misteriosos, conoce los secretos del firmamento y nos los señala, dibujados en el cuerpo de Nut, que es una fuerza divina también ligada al renacimiento. Tal vez, el mensaje del héroe Dogón es este: «Estamos vivos y nacemos y renacemos continuamente para seguir viviendo, para que de esta manera podamos participar en la realización de los designios universales».

Lebe nos invita por lo tanto a reflexionar sobre la importancia de la conciencia del porqué existimos: nosotros «existimos» porque quisimos existir, porque a través de un acuerdo con una fuerza mayor que nosotros decidimos participar en el gran juego de la vida en las formas. Lebe nos recuerda que no solo hemos descubierto que existimos, lo hemos decidido: esto es una gran responsabilidad y una gran fuerza. Cada vez que nos enfrentamos a los desafíos que nos encontramos en frente, elegimos existir con más intensidad, ser una parte más consciente del universo. Afrontar con coraje y compromiso los problemas colectivos de esta época y los del planeta, con el mismo sentido de responsabilidad y atención con que tratamos nuestros problemas personales, nos permite afirmar nuestra voluntad de crecer.

Abrimos los ojos de nuestra alma para vislumbrar, más allá del dedo de Lebe apuntando al cielo, nuestros objetivos. El ancestro Lebe nos dice que no temamos las dificultades, la dureza de los caminos que recorremos, sino que permanezcamos tranquilos y las consideremos como la mejor manera de afirmar nuestra dignidad como seres que buscan evolucionar ellos mismos. Renacer continuamente es la mejor manera de existir, lo decía también Falco Tarassaco, que tituló uno de sus libros «Renacer para vivir». La sabiduría de un antepasado y el mensaje de un maestro espiritual coinciden en el mismo objetivo: hacernos vivir nuestro crecimiento, el desarrollo de nuestra alma, como un proceso sereno, positivo y vital. ¡Que las estrellas estén contigo!

 

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